martes, 19 de enero de 2010

Terremoto y caos en Haití

Terremoto y caos en Haití






DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE http://www.ellitoral.com/



Según los primeros informes, más de 100.000 personas han muerto en Haití a causa del brutal terremoto que superó los siete grados en la escala de Ritcher. La cifra expresa la magnitud de una tragedia que se amplifica por las condiciones previas del país más pobre de América Latina y uno de los más pobres del mundo.

Curiosamente fue en estas tierras donde se produjo, con la conducción de esclavos, la primera rebelión independentista exitosa al sur del Río Grande. La rebelión de negros y mulatos contra el colonialismo francés dio lugar a la constitución de una novedosa clase dirigente mulata que se transformó en opresora de la gran población negra.

Habitualmente se dice que Haití se empobreció debido a las prolongada dictadura de los Duvalier. Es una verdad a medias. Sin duda que el régimen despótico de Papa Doc tuvo mucho que ver con la miseria del país, pero sería exagerado y elusivo de otras responsabilidades suponer que con más de doscientos años de independencia los únicos causantes de las desgracias hayan sido quienes gobernaron alrededor de treinta años, un período significativo pero que representa algo más del diez por ciento de la vida independiente de la Nación.

Los Duvalier se fueron hace más de veinte años y sin embargo la pobreza en todas sus manifestaciones se ha profundizado. A los errores y horrores de una clase dirigente mayoritariamente corrompida, se suman los ciclones, las tormentas devastadoras y los terremotos. Sin ir más lejos, a fines de 2008 hubo cuatro huracanes que obligaron a las Naciones Unidas a promover un conjunto de acciones solidarias para proteger a las víctimas.

La pobreza, la corrupción estatal y la creciente inestabilidad política contribuyen a agravar los males. Haití tiene ocho millones de habitantes, de los cuales más de la mitad vive con menos de dos dólares diarios. A ello se suma una población analfabeta o semianalfabeta que supera el 40 por ciento del total. Además, el país exhibe uno de los porcentajes de sida más altos del mundo.

Ahora, el futuro de la Nación está mucho más comprometido. Los esfuerzos por democratizar la sociedad y las estructuras del Estado han fracasado. El único dirigente más o menos representativo y prestigiado -Bertrand Aristide, un sacerdote identificado en sus inicios con la Teología de la Liberación- ha sido derrocado hace unos años y en estos momentos vive en el exilio.

En realidad, en las actuales circunstancias, Haití como Nación parece inviable. Hay un amplio consenso en los organismos internacionales en admitir esta realidad, pero una cosa es reconocerla y otra, muy diferente, hacerse cargo de ella. Por lo pronto, Estados Unidos hasta el momento ha tratado de desentenderse con la mayor elegancia. No es para menos. Cuando durante la administración Clinton iniciaron una serie de operativos solidarios, los diferentes voceros del populismo y la izquierda latinoamericana los acusaron de imperialistas y explotadores. A nadie se le ocurrió pensar que en Haití hace rato que no hay a quién explotar.

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