APOLOGÍA DEL SUICIDIO.
Fuente original
http://de-de.facebook.com/note.php?note_id=350163007372.
El amor por definición es eterno, nena
Sigamos insistiendo
El amor por definición es eterno, nena.
Si un solo ser humano fuera
capaz de amar a alguien hasta morir,
sigamos insistiendo.
Hay tanto trecho del amor al odio,
como distancia escapa
de la verdad a la mentira:
apenas un punto contuso.
Un punto euclidiano no tiene medida,
ni dimensiones, ni peso. Es un ente
de la gris geometría
como una recta o un plano.
Un dibujo trazado en la imaginación.
Los encefalogramas muertos
dicen que es complicado
desde aquel lugar
querer convertirse en poeta.
Nuestros salubérrimos cartílagos,
la briosa osamenta que nos sostiene,
los músculos y carrilladas
de química heterogénea,
con acentos ortográficos
y perpendiculares
que zanjan inconvenientes variados,
son renuentes al pesimismo.
Si digo lo contrario y me cruzo de vereda
tendré una excusa perfecta
para mi suicidio, esta noche abatida.
Un suicidio perfecto de los pies a la cabeza
a la orilla de mares ilusorios.
Brutal desolladura.
Rasguño, esclusa, excoriación fatal:
Tautología y certeza.
.Letra(s) Sigamos insistiendo (s)
Es la vida una repetición inútil y viciosa.
Una prerrogativa inconveniente
que nos deja inermes ante el peligro
del amor.
El amor.
El amor. Ahí está.
Míralo.
Míralo. Huele igual que las flores estivales.
Un saturnal con guirnaldas.
Una herejía. El cielo.
Un suicidio mayor no negociable.
.Letra(s) Sigamos insistiendo (s)
El conflicto es el hombre – dijo Heráclito -
¿dónde residirá el problema atávico?
preguntamos nosotros.
Morir, matar,
amar, temer, partir.
Los verbos irregulares.
Mejor matar, mejor morir.
en sazón y dignamente.
Amar la muerte.
Temer la vida.
Partir del mundo
con la conciencia tranquila.
Nada hemos conquistado con quedarnos
a consumar los ritos ancestrales
para resistir este culto,
de sobrellevar nuestros nombres,
el terco fenómeno existencial
de la nada.
La nada que se viene tras la muerte.
La nada intrascendente, que es la vida
que llevamos sin vivir
por fuerza de la costumbre.
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