Continúa el debate entre fe y evolución
El Vaticano cree que no existe a priori contraposición entre la fe y la idea de la evolución, aunque Benedicto XVI no comparte las teorías que explican la existencia de la humanidad sólo como resultado del azar, y para Juan Pablo II, no bastaba Darwin para explicar el origen del hombre.
Cuando se cumple el bicentenario del nacimiento del científico británico y el 150 aniversario de la aparición de su libro “El origen de las especies”, El Vaticano, por boca del presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, el arzobispo Gianfranco Ravasi, ha subrayado que la Iglesia Católica nunca lo condenó, ni su libro acabó en el “Índice” de textos prohibidos.
A lo largo del pasado siglo, tanto Pío XII como Juan Pablo II, hicieron manifestaciones sobre la evolución.
El Papa Pacelli, en su encíclica “Humani generis” de 1950, ya decía que “el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el estudio de la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente”.
En aquellos tiempos, tan diferentes a los actuales, Pío XII, en lo que insistía, era en que “la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios”. El Pontífice animaba a una confrontación “seria, moderada y templada”. Juan Pablo II, el 22 de octubre de 1996, pronunció un importante discurso ante la Academia Pontificia de las Ciencias, en el que afirmó que la evolución “ya no era una mera hipótesis, sino una teoría”.
Tras insistir, como Pío XII, en que no había que perder de vista “algunos puntos firmes”, el Papa Wojtyla reconoció que la convergencia de los resultados de trabajos, realizados independientemente, unos de otros en ese campo, constituía “un argumento significativo en favor de esta teoría”.
Juan Pablo II precisó que la Iglesia estaba interesada directamente en la cuestión de la evolución, porque influye en la concepción del hombre, “acerca del cual, -dijo- la Revelación nos enseña que fue creado a imagen y semejanza de Dios”.
A este respecto, el Papa polaco afirmó años después, que “no basta la evolución de las especies para explicar el origen del género humano, como no basta la casualidad biológica para explicar por sí sola, el nacimiento de un niño”.
Benedicto XVI siempre ha defendido llegar a la fe a través de la razón y ha apoyado el diálogo entre la fe y la ciencia y, como sus antecesores, señala que no hay oposición entre “la fe de la comprensión de la creación y la evidencia empírica de la ciencias”.
El Papa teólogo no comparte, sin embargo, el evolucionismo radical. Durante su visita, en septiembre de 2006 a Alemania, en una homilía que pronunció ante varias decenas de miles de personas en Ratisbona criticó “a esa parte de la ciencia que se empeña en buscar una explicación al mundo, en la que Dios es superfluo”.
El Papa Ratzinger consideró “irracionales” las teorías que consideran la existencia de la humanidad como “resultado del azar, de la casualidad”, y subrayó que para los cristianos, “Dios es el creador del cielo y de la tierra, y que para entender el origen del mundo, hay que tener como punto de referencia a Dios”.
Para Benedicto XVI, afirmar que la fundación del cosmos y su evolución está en la sabiduría del Creador, “no quiere decir que la creación sólo tiene que ver con el comienzo del mundo y de la vida, implica más bien que el Creador funda esa evolución y la apoya, sustenta y sostiene continuamente”, según dijo recientemente, ante la Academia Pontificia para las Ciencias.
En 2005, al comienzo del actual Pontificado y con el objetivo de superar los recelos entre ciencia y fe, y para recuperar la unidad del saber, El Vaticano puso en marcha el proyecto STOQ (Ciencia, Teología e Investigación Ontológica).
STOQ está considerado como uno de los más prestigiosos programas de investigación existentes en el mundo, sobre la relación entre ciencia, filosofía y teología, “fruto del renovado espíritu de diálogo entre teología católica y ciencia, inaugurado por el Concilio Vaticano II y culminado con la revisión del caso Galileo”, según dijo el por entonces “ministro de Cultura” del Vaticano, el cardenal Paul Paupard.
Según Paupard, STOQ pone las bases para un verdadero cambio de mentalidad en relación con la ciencia, dentro de la Iglesia Católica.
“Como forma para conocer la verdad, la Iglesia no puede ignorar la ciencia, y la religión puede purificar la ciencia de la idolatría del cientifismo y de los falsos absolutos”, afirmó el cardenal.
Juan Pablo II precisó que la Iglesia estaba interesada directamente en la cuestión de la evolución, porque influye en la concepción del hombre, “acerca del cual, -dijo- la Revelación nos enseña que fue creado a imagen y semejanza de Dios”.
Para Benedicto XVI, afirmar que la fundación del cosmos y su evolución está en la sabiduría del Creador, “no quiere decir que la creación sólo tiene que ver con el comienzo del mundo y de la vida, implica más bien que el Creador funda esa evolución y la apoya, sustenta y sostiene continuamente.”
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