viernes, 27 de febrero de 2009

CREÍA VOLAR


CREÍA VOLAR






Yo caminaba y creía volar

mientras el sol se humillaba en mi pecho,

cuando mis senos flameaban para iluminar

y hacer feliz

el llanto de los hijos

del pasado

y del futuro.



Fue la mañana y la noche

del primer día

y la semilla fue sembrada

en el campo fértil,

de los ojos poblados

de pestañas borrachas.



Yo caminaba y creía volar,

mientras mis entrañas

se abombaban por los sueños

inducidos y atrapados.

Y una maraquita de filigrana

invento en mis oídos

una melodía

jamás escuchada.



Porque nunca fue la hora del llanto,

siempre fue pospuesta

para ese futuro que siempre se aleja,

pues llega en presente

con las manos dulces

sobre una tristeza,

con las manos blancas

sobre una esperanza.



Y no me di cuenta que el segundo día

fue cuando en mi vientre surgió otro universo

poblado con astros

de alguna galaxia.

Fue mi primavera de flores ocultas

fue mi primavera que estuvo atrasada.



Y en el día tercero la madre fue padre,

con los senos llenos,

con el vientre acre

escondido en velos de mujer sonriente

novia clausurada,

con las flores vivas y la luna inerte.



Y en el cuarto día la madre fue hermana

con las jugarretas

retozo inocente,

y el juicio clonado para aquel dictamen

de amor implantado

sobre la equidad,

del amor tendido en sábanas santas.



Yo caminaba y creía volar

cuando el quinto día fui colonizada

por otro extranjero

que brindaba espejos y cuentos con rayas,

y una lucha inmensa libré

sin espadas,

recobré mis tierras

pero fui marcada.



Y en el sexto día fui simple mujer

que creí encontrar,

mi precioso amado,

viendo en el reflejo de mi propia imagen

mi precioso encanto,

que se había escondido de cada mirada

que se había enredado entre mis entrañas.



Disfrutó mi risa y yo sus palabras;

y haciendo un esfuerzo

sobre mi cansancio,

le expliqué mis penas, le explique mis ansias

le entregué mi frente, le entregué mi espalda

acepté su enredo, acepté sus mañas,

bendije su suerte, bendije sus trabas.



Y en la madrugada del día de descanso

no me comprendió mi inquieto quebranto:

yo no era perfecta... a veces fallaba…

Se sintió impaciente

y yo diligente,

tuve que entender su alma cerrada.

Comprensión eterna yo le había jurado

y ahora él ya comprende:

pude amarlo tanto.



Yo caminaba y creía volar…

pude amarlo tanto.





©SorGalim



Milagros Hernández Chiliberti

Ingeniera de Sueños

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