CREÍA VOLAR
Yo caminaba y creía volar
mientras el sol se humillaba en mi pecho,
cuando mis senos flameaban para iluminar
y hacer feliz
el llanto de los hijos
del pasado
y del futuro.
Fue la mañana y la noche
del primer día
y la semilla fue sembrada
en el campo fértil,
de los ojos poblados
de pestañas borrachas.
Yo caminaba y creía volar,
mientras mis entrañas
se abombaban por los sueños
inducidos y atrapados.
Y una maraquita de filigrana
invento en mis oídos
una melodía
jamás escuchada.
Porque nunca fue la hora del llanto,
siempre fue pospuesta
para ese futuro que siempre se aleja,
pues llega en presente
con las manos dulces
sobre una tristeza,
con las manos blancas
sobre una esperanza.
Y no me di cuenta que el segundo día
fue cuando en mi vientre surgió otro universo
poblado con astros
de alguna galaxia.
Fue mi primavera de flores ocultas
fue mi primavera que estuvo atrasada.
Y en el día tercero la madre fue padre,
con los senos llenos,
con el vientre acre
escondido en velos de mujer sonriente
novia clausurada,
con las flores vivas y la luna inerte.
Y en el cuarto día la madre fue hermana
con las jugarretas
retozo inocente,
y el juicio clonado para aquel dictamen
de amor implantado
sobre la equidad,
del amor tendido en sábanas santas.
Yo caminaba y creía volar
cuando el quinto día fui colonizada
por otro extranjero
que brindaba espejos y cuentos con rayas,
y una lucha inmensa libré
sin espadas,
recobré mis tierras
pero fui marcada.
Y en el sexto día fui simple mujer
que creí encontrar,
mi precioso amado,
viendo en el reflejo de mi propia imagen
mi precioso encanto,
que se había escondido de cada mirada
que se había enredado entre mis entrañas.
Disfrutó mi risa y yo sus palabras;
y haciendo un esfuerzo
sobre mi cansancio,
le expliqué mis penas, le explique mis ansias
le entregué mi frente, le entregué mi espalda
acepté su enredo, acepté sus mañas,
bendije su suerte, bendije sus trabas.
Y en la madrugada del día de descanso
no me comprendió mi inquieto quebranto:
yo no era perfecta... a veces fallaba…
Se sintió impaciente
y yo diligente,
tuve que entender su alma cerrada.
Comprensión eterna yo le había jurado
y ahora él ya comprende:
pude amarlo tanto.
Yo caminaba y creía volar…
pude amarlo tanto.
©SorGalim
Milagros Hernández Chiliberti
Ingeniera de Sueños
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