Mi túnel tiene salida...
Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las
tinieblas. Somos todos hijos de la luz, hijos
del día (i Tes. 5, 5).
DENTRO de mi hay una paz
que no merezco
y que tampoco consigo explicar.
Dentro de mi existe la tranquilidad
y la calma de las tardes quietas del desierto.
Afuera está la agitación de la gran ciudad,
los atropellamientos,
las peleas causadas por el tránsito,
los planes de venganza,
el odio,
el pueblo en los colectivos como
en latas de sardina,
las filas interminables que duran
una eternidad para terminarse,
los padres que, por falta de transporte,
permanecen horas y horas fuera de su casa,
y, después, acaban por adaptarse.
Aquí, dentro de mí, hay una paz
que no hice nada por merecer,
porque no tengo el problema de esos padres
y de esas madres.
Aquí, dentro, el ministro de Dios goza de la paz
de quien no sufre de la misma manera.
Pero, en mi ser, he sufrido los empujones,
las críticas,
las agresiones,
las grandes y pequeñas persecuciones,
la desesperación de quien no acepta
la palabra que libera.
Estoy encerrado,
alienado,
curtido,
aplastado, en un pozo sin salida...
sin salida, no.
Yo creo en ti, oh Jesús.
P. Zezinho
Disculpa Dios, no sé rezar
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