DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE http://www.ellitoral.com/
“Justa del Saber”, “Odol pregunta”, “El amor tiene cara de mujer”, “Sábados Circulares”, “Sótano Beat”, “Rolando Rivas, taxista” o “El hombre que volvió de la muerte” son sólo algunos de los dinosaurios televisivos nacidos en una época en la que la creatividad argentina crecía al ritmo de la inteligencia y del talento de hacedores nacionales.
Lejos quedaron esos tiempos -y otros posteriores- en los que se recibía con asombro toda propuesta en la pantalla chica, esos en los que a la competencia la ganaba la imaginación. Hace un poco más de una década, la televisión empezó a generar vulgaridad como un espejo de la que se vislumbraba en la sociedad.
Quedó claro que una buena mayoría aceptaba gustosa mirar la vidriera de las stars del espectáculo y la política y se aburría con la difusión de la cultura tradicional. Nacía otro tipo de cultura, una relacionada con meterse y mostrar el costado más chabacano de la vida de las personas.
Hoy, la creatividad está en vías de extinción y los programas que juntan buenas ideas y talento, son agujas en un pajar. Ganó lo barato, barato en producción y barato en esencia. Durante todo el día, los espacios de “chimentos” se alimentan de un par de realizaciones y con ellas llenan muchas horas de programación. Los archivos de los segmentos de baile, canto o patín o los realities, se reproducen desde el amanecer hasta el ocaso. Paneles de conductores juzgan y analizan la actuación de sesentonas siliconadas que alguna vez tuvieron algo que ver con el mundo de la farándula, pero hoy son una parodia nostálgica de los viejos tiempos. Se nutren de la burla y, por ejemplo, meten en un estudio a un travesti entrado en años, flaco y desgarbado, que sueña con ser vedette. Al pobre ser “le falta un toque de horno” y se vende como un virtuoso en canto y baile, aún cuando canta como una cotorra afónica y baila como una marioneta que lucha por mantener erguido su esqueleto sobre unos tacos demasiados altos para ese propósito.
La última adquisición es una caricatura de Johnny Bravo con pelo negro, plagado de tatuajes y millonario. Ricardo -Ricky, para los amigos- empezó al revés de lo habitual; con el motor de su fortuna se hizo “famoso” contando de qué manera obscena dilapida su herencia; luego se supo que canta y baila aunque, a juzgar por lo visto, sin un atisbo de talento. No importa. El hombre que confiesa haberse hecho 27 cirugías estéticas, corre de un canal a otro y llena páginas de revistas relatando sus excentricidades que superan los deseos de cualquier mortal que se sueñe rico. Lo rodean muchos guardaespaldas y “felinos”; a los primeros los humilla y las segundas pelean por atención o por su chequera.
Pero si nada de esto satisface el apetito televisivo, se puede ver mucho demasiado- “fútbol para todos”, o espiar los noticieros: en unos, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis están desensillando y en otros, el País de las Maravillas está, en el ranking de bondades, un escalón debajo del nuestro.
Quien tiene cable, puede zafar con películas viejas (y verlas treinta veces en el mismo día) o documentales siempre interesantes y, si no, un buen libro cerca de la mano, puede ayudar cuando se necesita olvidar, aunque sea por un rato, que como sociedad viajamos en el tren equivocado
Pipo Mancera
Odol Pregunta
EL AMOR TIENE CARA DE MUJER
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