lunes, 24 de enero de 2011

Cita a ciegas

Cita a ciegas


DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE http://www.ellitoral.com/




El adagio “Conócete a ti mismo”, estaba escrito en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos, lugar de culto en la antigua Grecia. A pesar de que su autoría se le suele atribuir a Sócrates, su origen sería anterior a él y probablemente previo a la historia misma de la filosofía. Develar lo que hay detrás de lo evidente, ha sido y es una tarea que desde siempre ha preocupado a las personas. La importancia de esas cuatro palabras es que invita al hombre a viajar hacia su realidad interior donde -en teoría- están las armas que terminarán con su sufrimiento y con las que ganará la felicidad.

Más acá en el tiempo, uno de los fundamentos del éxito de algunas terapias es que enfatizan en el autoconocimiento, ilustre medio para el logro de una vida plena.

En teoría, la autocomprensión libera a la persona de complejos sicológicos y le permite gozar de plenitud y paz.

Pero parece que esa cita a ciegas con el uno interior que nos confronta con miedos e inseguridades, que ese viaje introspectivo que casi nunca es en primera clase, no siempre resulta la panacea imaginada.

Recientemente, algunos psicoanalistas se han atrevido a desafiar los cánones tradicionales cuestionando su utilidad y haciendo públicos los resultados antagónicos de experiencias con sus pacientes. Conjeturan que el autoconocimiento no siempre es necesario y suficiente para sentirse bien; más aún, se atreven a develar que en algunos casos la persona se siente más triste cuando sabe más sobre ella misma y su conducta.

Revelan que desde hace años, se sabe que los depresivos tienden a recordar las partes más tristes de sus vidas, pero que el problema no es tanto que estén anclados en el negativismo, sino que no puedan ser capaces de traer a la memoria los buenos momentos; la dificultad está dicen-, en que sesgan su memoria.

Más allá de las discrepancias entre las distintas doctrinas, la cuestión es que siempre es mejor conocerse que cohabitar con un extraño. Para no quedar atrapado en los conflictos, bucear en el interior, descorrer viejas cortinas, encontrar inesperados tesoros dentro de uno mismo, supone una mejor estancia en esta vida.

Puede ser que, como cuando uno se aventura a una cita -a cara o cruz- en un bar con un desconocido, no nos cautive lo que tenemos enfrente; pero en este caso no es posible abandonar la mesa y dejar el café a medio tomar. Habrá que encontrar la manera de simpatizar con el “extraño”, de sociabilizar con él y de acordar para que -si los hay- los viejos fantasmas sigan durmiendo en el placard.

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