miércoles, 4 de noviembre de 2009

Los trabajadores de Vía y Obras

Los trabajadores de Vía y Obras




Andrés Alejandro Andreis

DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE http://www.ellitoral.com/



“Una ruidosa zorra/ va llegando a su destino,/ transportando a los obreros/ de rostros tensos y curtidos”. Así reza el título y la primera cuarteta que inserté en mi libro “Pinceladas poéticas”, editado en el mes de enero de 1991. En más de una oportunidad hice y sigo haciendo referencia en charlas didácticas y en los distintos medios de comunicación, a la labor tesonera y sacrificada del trabajador de Vía y Obras de los ferrocarriles. Allí y aún en la actualidad, donde se produce cualquier inconveniente, está el duro rostro del conjunto de ellos emergiendo entre los yuyales, el pedregullo, los durmientes y rieles. Esto lo viví y fui testigo en mi actividad ferroviaria desde la faz operativa, en el por entonces Departamento Tráfico.



Pero también tuve la satisfacción de haber conocido a Miguel Ángel Onorato uno de esos abnegados trabajadores de las vías, que junto al resto de sus compañeros debían enfrentarlo todo: calores intensos, fríos que penetraban hasta los huesos, lluvias implacables; con palas y picos en manos doblegando sus cinturas sobre la tierra pedregosa. Estos son algunos de sus testimonios cuyos registros oficiales se han perdido definitivamente.



En una mañana invernal y ventosa de 1961, la cuadrilla en la que se encontraba Miguel fue avisada de que los pilotes de quebracho del viejo y luego destruido puente del F. C. Belgrano que cruzaba el río Salado hacia Santo Tomé, habían comenzado a tomar fuego, al igual que los durmientes que fijaban los rieles. Por entonces el guardapuente en tiempos de las locomotoras a vapor, especialmente las que se alimentaban a leña y carbón, debía recorrerlo de una punta a la otra para verificar, luego del paso del tren, si quedaban sobre las vías vestigios de brazas y cenizas ardiendo que expulsaba la locomotora. En la madrugada de aquel día involuntariamente ya sea por el intenso viento y la oscuridad todavía reinante, el guardapuente no percibió al cruzar un tren, que la máquina había vomitado algunas brazas, que poco después prendieron fuego en los pilotes y se extendieron a los durmientes que soportaban las vías. Luego de arribar la cuadrilla, comenzó la ímproba tarea de apagar el fuego con las mismas aguas del río Salado. Los obreros en esos momentos sin botas y con el agua superando sus rodillas, lograron extinguir las llamas que habían amenazado el puente. Los trabajos no terminaron allí, había que continuar retirando y colocando nuevos durmientes, al igual que las vigas quemadas y sustituirlas por otras, perforándolas con taladro de mano para fijar los bulones.



Desde la 6 de la mañana hasta la 6 de la tarde duró esta labor arriesgada y tenaz de la cuadrilla de Vía y Obras, dejando el puente en condiciones para soportar nuevamente el tránsito de los trenes.



Brazos fuertes y tenaces



Miguel Onorato tuvo muchos episodios en su trajinar entre accidentadas vías, detallándome otras duras y riesgosas fajinas diarias que efectuaba su cuadrilla, casi ignoradas por la gente. Lo siguiente sucedió en 1962 en una avanzada primavera, cuando la zorra a motor con acoplado llevando personal, picos, palas, barretas y toda la gama de herramientas del oficio, se pone en marcha para esta vez hacer un corte de vías entre Recreo y Candioti - línea F del antiguo F.C. Santa Fe que nos unía con Gob. Vera y Resistencia -para el recambio de vías y durmientes, materiales éstos que fueran depositados días antes en el lugar afectado. El cielo había amanecido encapotado y, negros nubarrones se cernían en esa cálida mañana. Llegados al lugar señalado, comienzan a las tareas de desmantelar el tramo viejo de unos cien metros aproximadamente de extensión. El trabajo tenía que ser terminado antes de la una de la tarde, porque a esa hora estaba previsto el paso del tren de pasajeros con destino a Resistencia. Fijados los durmientes nuevos, a la voz de “¡pronti, hop!”, fonética ferroviaria del capataz dando la orden de levantar el nuevo riel con poderosas tenazas y colocarlo sobre los mismos con certeza y precisión, tarea que no admitía hombres flojos o distraídos. Aseguradas las paralelas de acero con los clavos de vías, se colocaron las eclisas (planchuelas gruesas que se utilizan para unir los tramos y fijarlos con bulones en ambos rieles) y por último se pisoneó la tierra con certeros golpes de picos. Este movimiento de tierra produjo -como en tantas ocasiones- la salida de la yarará de su escondrijo que buscando refugio en otro lugar se la vio cruzando las vías. Un obrero al intentar correr un durmiente al costado de las mismas, fue picado en una pierna por el reptil y, rápidamente, sus compañeros le hicieron un torniquete, extrayendo luego del botiquín de campaña el suero antiofídico que le salvó la vida.



Media hora después el cielo se encapotó y el paso de los siriríes presagiaba la inminente lluvia que se produjo minutos después con fuerte viento. No obstante hacia el mediodía se normalizó el sector, y el tren de pasajeros con silbatos estridentes pasó airoso por aquel espacio, donde horas antes se habían levantado las vías, mientras los pasajeros saludaban con los brazos en alto a los obreros, artífices de aquel rudo trabajo. Empapados totalmente, aún esbozaban una sonrisa respondiendo con sus manos extenuadas aquellos saludos.



Así fue y seguirá siendo sacrificada y dura la vida del “catango”, mote que con orgullo se identifican. Al final de la jornada, humildes mujeres con sus pequeños hijos esperaban el regreso de la lenta zorra, que avanzaba con su bagaje de sueños y cansancios. Miguel Ángel Onorato estuvo en esa zorra y fue recibido con calidez en su hogar. Hoy integra nuestro Museo Ferroviario de Santa Fe y en él rendimos homenaje, a través de sus vivencias y testimonios, a todos los obreros de Vía y Obras del ayer, y a los que hoy con tecnologías más avanzadas, construyen los surcos de rieles para que transiten los trenes de la vida y el trabajo.

 
 

 
Cuadrilla de Vía y Obras encargada de la conservación de vías, dirigiéndose al lugar de trabajo. Año 1935 (circa).

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