viernes, 22 de octubre de 2010

La noche pasada...

 
 
 
 

Amanecí  inquieta, como gacela
herida

enredada en los pliegues
blandos

de la sábana revuelta, y

bañada en rocío salado,

 sobresaltada por el sueño

que aún temblaba en mi piel…


Sentí tus suaves alas,
revolotear sobre mis senos

erizados de pasión pudorosa

y tus labios mojados en mis
retoños

eclipsados por la

oscura intimidad de mi lecho,

noche de truenos y relámpagos

noche de pasión…


Cerrando los ojos recorrí

los bellos momentos de la noche
pasada…

Te adentrabas en mi

como el agua en la tierra
sedienta,

como leche en el pan fresco;

con delicados movimientos,

mariposas en arrullo;

 vibraba  la noche toda

en el entorno callado y
expectante,

ardores, convulsiones

que en mi alcoba se recreaban

iluminados por  relámpagos
fugaces…


En aquel juego de quereres

conjugando caricias,

sentías mi entrega absoluta

y tus sentidos devolvían

cada temblor,  cada suspiro;

cada aletear del ave nocturna

buscando su nido

 tu piel ardiente respondía con
deleite;

ya no quedaban secretos,

 nada sin explorar,

 ya no había enigmas allí, solo
gemires.


Te di a sorber mis dulces
efluvios,

carnaval ineludible

mientras tus emisiones

bañaban mis muslos anhelantes

que gritaban su contento

enredadas

como áspides hambrientas,

y tu lascivia irreverente

resbalaba sobre mi férvida
desnudez…


Acepté todo lo que me dabas

en medio del huracán

tibieza, ternura, suavidad…

mas también

una agresiva sed de locuras,

la avidez de un ave rapaz,

un fervoroso combate cuerpo a
cuerpo,

un deseo vehemente,

y en medio de las sábanas

Ibas pintando ácidos humores.


Duró la noche entera

hasta que reventó la aurora

en mi piel vacía de apetitos

y húmeda de quereres,

revolcándome entre las sábanas,

vacías… mojadas…

añorándote…


Mi corazón tiene su propio
infierno!

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