martes, 27 de julio de 2010

A eso que los K suelen llamar operaciones de prensa

A eso que los K suelen llamar operaciones de prensa




Hugo E. Grimaldi

(DyN)



DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE http://www.ellitoral.com/



Los medios, los benditos medios, son los que le marcan la vida al kirchnerismo.

Los K de paladar negro viven, respiran y se nutren con lo que dice la prensa, con un mal humor evidente cada vez que un titular de primera plana los embreta o con un dulce sabor en la boca cuando ciertas travesuras políticas les salen bien, a partir de alguna publicación interesada.

Operaciones de prensa las llaman y, como se jactan de hacerlas, cada vez que un titular o una fotografía les juega en contra de lo que suponen debería sentir por ellos la consideración pública, terminan demasiado alterados y buscan culpables detrás de todos los cortinados.

Durante la última semana, hubo varias situaciones de la realidad que mucho dieron que hablar puertas adentro del gobierno. En un primer caso, porque el zig-zag de Mauricio Macri le permitió al oficialismo montar un show de nutridas declaraciones; en otro, porque el traspié del adversario político surgió de la motorización propia, como fue el desquicio que se le armó a la UCR y a sus aliados, a partir de la foto de Cristina Fernández con Ricardo Alfonsín, y en una tercera ocasión, porque fue la propia presidenta quien sospechó de maniobras con cierto aire de internas de palacio que, a modo de apretada a partir de un hecho consumado, buscaron arrastrarla hacia un nuevo conflicto con la Iglesia, más allá de que comprometieron sus convicciones personales sobre el aborto.

Encendiendo la mecha del aborto

En este último tema, el ministro de Salud, Juan Luis Manzur, dijo haber sido el primer sorprendido por la situación, después de que una funcionaria de su entorno salió por los medios el martes pasado por la tarde a promocionar, con una sospechosa enjundia, un protocolo de vieja data sobre el aborto no punible que había sido elaborado por la gestión de la ex ministra, Ginés González García.

“La Guía ya estaba, lo novedoso es que se publicó como resolución ministerial y decidimos difundirla”, dijo la directora del Programa Nacional de Salud Sexual del ministerio, Paula Ferro, y encendió la mecha, ya que parece que nadie sabía de este tema en la Casa Rosada.

Pero Ferro fue más allá, ya que blanqueó que la resolución tenía un número (1184) y dijo que había sido firmada por Manzur. Desde lo institucional, muchos interpretaron la movida como una manera de legislar desde una dependencia del Ejecutivo a través de una simple Resolución, por la cual se autorizaba a los médicos de los hospitales nacionales a efectuar abortos a las mujeres mayores de 14 años, sólo contra una denuncia policial por violación.

“La Guía está armada de tal forma que no se necesita autorización judicial para los casos previstos en la ley”, se jactó Ferro. La noticia apareció publicada en primera plana el mismo día en que Cristina Fernández se aprestaba a promulgar el matrimonio homosexual, firma que se realizó en un acto público de extremo jolgorio en la Casa de Gobierno.

Quizás, cuando en la mañana del miércoles la presidenta vio el calibre del titular de La Nación, pudo haber tenido una primera sensación de que todo se trataba de una maniobra mediática para empalidecer esa firma, algo que para el gobierno era muy importante, ya que los estrategas de Olivos calculan los probables votos de la comunidad gay y sus simpatizantes de a millones.

Sin embargo, a poco de andar el día y cuando algunas diputadas se sumaron a Ferro y salieron por radio a tratar de instalar el tema del aborto, parece que Cristina tomó conciencia de que a la operación la tenía metida dentro de su propia casa y le ordenó a Manzur desactivarla.

Tratando de parar la pelota

Entonces, el propio ministro empezó a llamar a las redacciones para contar que no había firmado nada “ni lo voy a firmar”, dijo, hasta que un escueto comunicado oficial intentó parar del todo la pelota. Pero, como la picardía no cesó ni aún después de las aclaraciones, hubo quienes se ocuparon de aclarar que los números se les ponen a las resoluciones después de haber sido firmadas y nunca antes, lo que, sin dudas, abre aún más interrogantes.

Si se sigue esta lógica, hay que pensar que, si se le puso un número, es porque ya la misma había sido rubricada, lo que estará dejando al ministro al borde de la renuncia por su eventual mentira, pero, si se la numeró sin que Manzur haya estampado la firma, está claro que alguien desde adentro buscó perjudicar a las autoridades y que entonces el ministro también tambalea por no tener cohesionada a su gente.

Luego, los medios contaron que fue la propia presidenta la que se negó a seguir adelante con un tema sobre el cual tiene una opinión formada, como es el de la defensa de la vida a partir de la concepción.

Aunque ahora le quedará a Cristina saber quién fue, en su cercanía, el que avaló este tan delicado tema para tratar de imponérselo a su propio gobierno.

La situación con Alfonsín tuvo los visos de una picardía política que se plasmó en una nada inocente fotografía, que fue muy criticada no sólo desde los sectores internos de la UCR que responden a Julio Cobos, sino también por la propia Elisa Carrió, a quien el vicepresidente no le resulta para nada simpático.

Cuando la presidenta llegó a Chascomús el jueves, le entregó al hijo del ex presidente una plaqueta en homenaje a Raúl Alfonsín y ello provocó de la titular de la Coalición Cívica epítetos demasiado duros para una cuestión tan protocolar.

La foto de la discordia fue circulada por la Presidencia de la Nación, pero lo más difícil de digerir para Carrió fueron las palabras de Cristina cuando habló de “trabajar en el país, superando las diferencias partidarias”, lo que le hizo pensar en algún acercamiento espurio de su ex correligionario. “Yo lo quiero mucho, pero hay que tener cuidado porque se lo quieren llevar puesto a Ricardito, esta gente es muy tramposa”, señaló minimizando, desde la mención del nombre, al hijo del ex presidente.

El Maradona de la discordia

Luego, la legisladora bajó el tono de sus advertencias y le recomendó a Alfonsín que no se abrace con Julio De Vido. En esas mismas declaraciones, que Carrió hizo comparando los sucesos de la política muy al tono de un “cambalache” discepoliano (“Lo único que falta es que me ponga de novia con el gordo Valor”, bromeó), la diputada porteña se refirió a otro de los testimonios gráficos de la semana, que estuvo en la primera plana de los diarios el viernes, ya que Diego Maradona fue actor presencial de la ruptura de relaciones entre Venezuela y Colombia.

La presencia del por ahora ex técnico de la Selección de fútbol ha tenido connotaciones políticas desde el mismo momento en que viajó a ver al presidente Hugo Chávez, sin tomar contacto en la Argentina casi con nadie. Apenas, se dio el gusto de decir en una frase entrecortada casi de compromiso que habló con la presidenta, pero lo que subyace de su viaje es que el aval político lo fue a buscar a Caracas.

Con la misma manía de seguir sumando votos, el tema Maradona ha sido convertido por el gobierno en una cuestión de política interna y eso lo agranda al DT, dado que sabe que tiene padrinos poderosos dentro del mismo, ya que, si no fuese así, Julio Grondona no le habría tenido tanta paciencia. Aunque aún se lo considera, el técnico viene de fracasar estrepitosamente en Sudáfrica en todas las líneas, ya que para los cultores del buen fútbol dilapidó los recursos de primer nivel que tenía en el equipo, mientras que los resultadistas se quedaron mudos después del 0-4 frente a Alemania.

El arte de la diplomacia

Sin embargo, esa foto con el bolivariano lo puso en la línea de desafío que tanto le gusta, ya que, según Grondona es el único que “puede hacer lo que quiere en la Argentina” y, por lo tanto, lo sigue esperando. Si bien algunos opositores volvieron a hablar con maldad de la “diplomacia paralela” al ver al 10 junto a Chávez, lo que ha quedado en claro tras el episodio es que, en el caso de la ruptura de relaciones, la Argentina no tuvo ni siquiera diplomacia.

Aun a mitad del sábado, la Cancillería no se había expedido sobre el grave diferendo, como si la política interna del país estuviese subordinada a las acciones que el diputado Néstor Kirchner ha emprendido como secretario general de la Unasur.

Lo más llamativo de todo es que la situación de parálisis que afecta a la comunicación del gobierno, por aquello del apego obsesivo a lo que dicen (o no dicen) los medios, ha alcanzado al canciller Héctor Timerman, un hombre que por tradición familiar y hasta por actividad propia conoce el valor de la difusión y alguien que no es ningún negado para ejercerla.

Sin embargo, pasar del otro lado del mostrador probablemente le ha oscurecido al ex periodista sus convicciones sobre el deber republicano de informar que tienen los funcionarios, aunque se ha convertido en un adepto a la banalidad de Twitter, única forma que ha encontrado para no meterse en problemas, pero no la mejor para conducir la diplomacia de un país.

Así, durante los últimos días, la Cancillería no sólo no se ha expresado oficialmente en el tema del diferendo entre Colombia y Venezuela, sino que ha dejado latentes las comunicaciones sobre nuevas designaciones o remociones de embajadores que afectan lugares sensibles como los Estados Unidos, Alemania o Uruguay, por ejemplo. Sin embargo, al plato fuerte de las incongruencias comunicacionales lo protagonizó en la semana Mauricio Macri.

Un Macri sin bigotes

El martes, sus diputados en la Legislatura porteña votaron en contra de conformar una Comisión Investigadora sobre el caso de las escuchas porque se decía que lo que se estaba buscando era hacerle un juicio político al jefe de Gobierno, a partir de que los desperdigados opositores querían que todos los bloques, incluido el mayoritario del oficialismo, tuvieran un solo representante.

Pero, 48 horas después, los mismos macristas lo hicieron a favor del juicio político, ya que el mismo Macri lo pidió sorpresivamente para él, en una jugada que la oposición tildó de oportunista, en función de las mayorías de las que aún dispone. Ante tanta confusión, el gobierno central no dejó de regocijarse ante el traspié del que puede ser un serio contendor en las presidenciales de 2011, sobre todo porque, por más que se lo exima a Macri de responsabilidades políticas, aún conserva la carta del juicio oral, que podría dilatarse hasta bien cerca de las elecciones.

El mismo martes, el jefe de Gobierno porteño dijo que iba a saltear la apelación a la Cámara de Casación y que quería un rápido juicio oral, pero esto no depende tanto de él, sino de que todos los demás implicados en la causa no apelen a Casación. Si esto sucede, todo el expediente, como un combo y con Macri adentro, deberá esperar a que se sustancie esa instancia.

No obstante, las usinas macristas, que también les rinden reverencia a las encuestas y a la opinión publicada, dicen que la orden es seguir gestionando y mostrándose como víctima de Kirchner, porque en la Capital Federal eso le da mucho rédito al jefe de Gobierno, mientras que le permite instalarse en el resto del país. A estas movidas de Macri no sólo están atentos sus propios partidarios, sino buena parte del Peronismo Federal, que aún lo considera como un aliado central para derrotar al kirchnerismo.

Y a todo esto Macri le agregó, en otras de las fotos de la semana, la falta de bigote, lo que dejó a todo el mundo pensado sobre la simbología mediática del cambio de look

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