lunes, 16 de agosto de 2010

De Galtieri a Moreno y de otros parecidos históricos de algunos ultra K todo terreno

De Galtieri a Moreno y de otros parecidos históricos de algunos ultra K todo terreno




Publicado por diario EL LITORAL de Santa Fe

“Yo voy a hablar todo el tiempo que sea necesario hasta que los accionistas del sector privado reconozcan la necesidad de que el órgano no se modifique. No hay ninguna posibilidad de modificar el único órgano donde el Estado tiene mayoría. Que discutamos hasta ponernos de acuerdo, (pero) acá no se va a votar bajo ningún aspecto. Y vamos a seguir hablando hasta que esto se salde, por la razón o como reza la bandera de nuestro hermano país chileno... No hay ninguna posibilidad de que acá se vote. ¡Soy claro y contundente! Nosotros, empezando por el secretario de Estado Moreno, más toda su gente, se banca lo que se tenga que bancar, pero acá no se vota. Clarito y contundente. No la voy a entregar (la palabra)... Todos mis funcionarios varones, a partir de este momento, se bancan lo que tengan que bancarse. Acá no se vota. ¿Está clarito...? Acá no se vota”.

Muchos son los calificativos que el secretario de Comercio, Guillermo Moreno ha sabido sumar a su extensa currícula de amores y odios, desde aun antes de su imperativa alocución del jueves pasado en la Asamblea de Papel Prensa, que se reproduce en parte más arriba y de modo textual, tal como quedó registrado por el sonido de la cámara que el funcionario mandó a tapar.

Pese a la actitud de prevención para evitar que se observasen sus dotes histriónicas, los muchachos que acompañan habitualmente al secretario no tuvieron en cuenta que, igualmente, quedaron grabadas sus palabras y, sobre todo, sus tonos, muy parecidos a aquellos de triste memoria que, remarcando las frases, utilizó el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri cuando proclamó, dando órdenes de milico y con una voz aguardentosa muy similar, que “las urnas están bien guardadas”.

Un apretador profesional y antidemocrático de vocación

Para el kirchnerismo, el buen Moreno siempre resultó la encarnación de la lealtad y la valentía, casi un cruzado y así se lo han reconocido públicamente un par de ministros, tras este último episodio.

En cambio, para los socios privados del emprendimiento que provee papel para diarios, el secretario ya hacía rato que se había recibido de demonio, algo así como un maleducado que no guarda ninguna forma y que se lleva todo por delante. Dicho en su propio modo de concebir la vida desde la esquina, Moreno podría asimilarse a un apretador profesional, lo que el diario La Nación acaba de plasmar en una denuncia penal con el rótulo de “coacción agravada y privación ilegal de la libertad”.

Quizás tampoco el juez que tiene el pesado expediente de Papel Prensa bajo su órbita, Eduardo Malde, se haya sentido demasiado cómodo con los dichos burlones de Moreno hacia su investidura, ya que el funcionario ordenó apagar las luces y repartió guantes de boxeo y cascos para hacer más “civilizada” la pelea que él imaginaba se podía dar en la reunión, para así “cumplir con la manda judicial” que le pedía moderación, tal una advertencia anterior del juzgado hacia sus modos.

Sus defensores dicen que el invitar a pelear con protección fue una “ironía” de Moreno, mientras que los detractores entienden que el show que armó con esos elementos lo muestran en plenitud como un verdadero cachafaz.

Sin embargo, lo que ni tirios ni troyanos han precisado aún y que bien vale la pena remarcar porque es una práctica que la Argentina debería desterrar, sobre todo desde el ejemplo que da un funcionario del Estado, es la profunda vocación antidemocrática que surge de sus palabras y no sólo porque repite media docena de veces en un mismo párrafo “acá no se vota”, sino porque dice, sin que se le mueva un pelo, que él está dispuesto a discutir “hasta ponernos de acuerdo”, aunque advierte, por las dudas, que no “hay ninguna posibilidad” de que acepte ningún otro resultado que no sea el que estaba defendiendo.

La voz cantante de Moreno exigía mantener dos miembros del Estado y uno sólo de Clarín y La Nación en la Comisión Fiscalizadora de la compañía, cuando la composición accionaria le otorga mayoría en las decisiones al sector privado, ya que el Estado tiene apenas 28,08 por ciento de los votos.

Además, la referencia inconclusa que hizo a Chile es, en realidad, al escudo nacional que, como lema patriótico, señala “por la razón o por la fuerza”, lo que parece ser, sin dudas, el colofón de lo que pretendía Moreno, quien sabía que perdía, una variante de aquello que en los años del “fraude patriótico” se llamaba “volcar las urnas”.

El gremialista que defiende sólo sus intereses

Otro dirigente de peso muy afín al kirchnerismo, quien dio que hablar durante la semana y empequeñeció bastante las barbaridades de Moreno, fue Hugo Moyano. El camionero habló de la inflación y se pareció más un representante de las empresas, los cuentapropistas o los comerciantes, quienes tienen mecanismos de defensa contra el flagelo, que de los propios asalariados.

Sin ninguna vergüenza y seguramente anteponiendo sus intereses políticos a los sindicales, el titular de la CGT planteó que la inflación está “controlada”, que el actual ritmo de los precios permite “que haya movilidad social” y que es preferible este esquema “a la inflación cero con ajuste”.

Si de historia se trata, “inflación cero” fue un eufemismo que impuso Juan Perón en 1974, para tratar de mejorar el poder de los salarios a partir de controles de precios, justamente la especialidad de Moreno, lo que luego derivó en el “Rodrigazo”.

La chiquilinada de Moyano quedó palmariamente expuesta, ya que no hay que explicarle a nadie que la inflación le deja ganar dinero al que puede ajustar y le reduce el ingreso al que depende de un salario y que, cuanto más bajo es ese salario, peor.

Impuesto más regresivo que la inflación no existe y la “movilidad”, en todo caso, es descendente. Hoy, pese a que el camionero los relativice, los factores de creación de tensiones inflacionarias están presentes a partir del aumento del gasto público, la falta de inversión que no permite que la oferta alcance a la demanda, las expectativas de ajuste que hacen que la gente se cubra “por las dudas” y más dinero en la calle por aumento de la emisión.

En tanto, los expertos consideran que un crecimiento más bajo podría beneficiar a toda la economía por mayor tiempo y desaconsejan empujar la demanda para crecer un año o un año y medio más, postergando a un sector vulnerable de la economía, cuyo déficit social habrá que restaurar cuando termine el proceso, justamente en un sector por el cual Moyano siempre mostró desaprensión, ya que sus clientes naturales son empleados de sectores medios que están en blanco.

¿La inseguridad? De viento en popa

También en la semana hubo referencias muy directas a la inseguridad, aunque, como es su costumbre, el gobierno nacional volvió a cargar contra los procedimientos de la Justicia, la que volvió a defenderse con que le faltan las leyes que tuerzan la situación en beneficio de la sociedad.

Este “échale la culpa al otro” ha llegado después de múltiples episodios muy graves, en los cuales las autoridades nacionales prefirieron barrer una vez más debajo de la alfombra, o bien, no referirse a los hechos que conmocionan a diario a la opinión pública.

La posición del gobierno fue defendida al unísono con argumentos calcados por Cristina Fernández y por Néstor Kirchner, a quienes salieron a amplificar los ministros Aníbal Fernández y Florencio Randazzo, con argumentos que bien habrían sonado articulados si el kirchnerismo hubiese llegado al poder en 2009.

Pero, después de siete años de administración, los argumentos sonaron más como excusas de compromiso que como firme vocación de cambio. Por lo diferente y jugado, en relación con lo que es la mecánica kirchnerista, que a veces invita a pensar que se desliza hacia el pensamiento único, sólo se notó algo distinto en el armado de Daniel Scioli a favor de encontrar soluciones en común con otros sectores políticos, aun a riesgo de que los K de paladar más negro le pasen facturas o le sigan inventando candidatos para que compitan contra él en una interna.

Para buscar soluciones en común, el gobernador bonaerense lideró a mitad de semana un encuentro plural con casi todos los sectores con representación legislativa de ambas Cámaras, junto a los senadores nacionales de la provincia José Pampuro e Hilda González de Duhalde, distanciados desde el salto de Pampuro al kirchnerismo, e intendentes de distintos partidos políticos.

En el encuentro únicamente no participó la Coalición Cívica (CC), ya que los dirigentes de Buenos Aires fueron los que motorizaron el corrimiento de Elisa Carrió del espacio del Acuerdo Cívico y Social (ACS), sobre todo porque los radicales bonaerenses se acercan, según ella, demasiado al kirchnerismo.

Y acá no se vota, ¿se entendió bien?

En tanto, en la UCR dicen que lo hacen para apuntalar a sus intendentes, lo que Carrió entiende que es parte de la misma táctica que se verifica en el Congreso y que no se debería convalidar. La postura de la dirigente chaqueña quedó plasmada en una carta donde expresó sus valores, defendió sus principios y acusó dentro del Acuerdo a los “que manejan los hilos desde atrás” para que nada cambie.

Si hay algo que Carrió detesta es que se compare al ACS con la Alianza de 1999 y por eso señaló que no bajará las banderas ni la conducta “y menos aún que le mintamos al pueblo de la Nación”. Algunas voces de la CC, con ánimo menos rupturista, señalan que, tal como Carrió había advertido en soledad al resto de las fuerzas que concurrir al diálogo político iba a terminar en la nada y tuvo razón, ahora está buscando movilizar las fuerzas que buscan cambios y no sostener un statu quo que le daría alas al kirchnerismo.

Más allá de que la CC siente que es la segunda fuerza y que tiene menos peso que otros integrantes del Acuerdo, como el socialismo, por ejemplo. Si bien esta deserción no consumada fue celebrada en el gobierno con socarronas sonrisas, los contrapesos de resistencias sociales pueden encontrarse en los discursos erráticos, como el de la inseguridad, y en las actitudes dirigenciales de malos tratos, que incluyen la subestimación y el autoritarismo, tal como lo expresaron las posturas iluminadas de Moyano y Moreno.

Para colmo de males, en su pasión por ser leales, ambos kirchneristas dejaron flotando dudas sobre el matrimonio presidencial, sobre todo cuando éstos se refieren, desde los atriles, al “modelo” como algo intocable que ya se ha hecho carne en la Argentina o a dar la “batalla cultural” contra los “intereses concentrados que quieren hacer callar o manejar los pensamientos de la sociedad”.

Si se trazara una línea entre estos conceptos de tribuna dichos el jueves por la presidenta, los justificativos de Moyano sobre las mentiras de la inflación y el autoritarismo del “acá no se vota” de Moreno, las líneas en común que tiene el triángulo son muy pequeñas y convergentes hacia el pensamiento único y resultarían suficientes como explicación para entender por qué el riesgo-país no termina de moderarse en la Argentina.

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