Una sana combinación: alimentos que evitan enfermarnos
Si nos alimentamos de manera equilibrada -correcta, variada y completa- podemos hacer que nuestro cuerpo funcione con normalidad, que cubra sus necesidades biológicas básicas y reducir el riesgo de padecer enfermedades.
DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE http://www.ellitoral.com/
En los más pequeños, la adecuada alimentación les permite lograr su correcto desarrollo y crecimiento.
Foto: Archivo El Litoral
Mariana Rivera
salud@ellitoral.com
Mañana se conmemora el Día del Nutricionista, en homenaje al nacimiento del Dr. Pedro Escudero, médico argentino pionero de la especialidad en el mundo, quien en la década de 1930 creó la carrera de Nutrición al fundar el Instituto Municipal de la Nutrición, hoy conocida como Escuela de Nutrición de la UBA.
La fecha es propicia para recordar cómo podemos tener una alimentación saludable, de manera que podamos prevenir enfermedades como cáncer, diabetes, problemas cardiovasculares, entre otras.
La Lic. María de los Ángeles Candioti, docente de la cátedra Nutrición en Situaciones Patológicas I y II (carrera de Licenciatura en Nutrición, Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL), se refirió al tema y dio algunas precisiones para tener en cuenta.
En principio, recordó, “la alimentación desempeña un papel protagónico en la prevención de enfermedades como el cáncer, la diabetes, los problemas cardiovasculares o degenerativos, entre otras patologías. Por este motivo, una alimentación correcta, variada y completa, es decir, una dieta equilibrada, permite que nuestro cuerpo funcione con normalidad, que cubra nuestras necesidades biológicas básicas, ya que necesitamos comer para poder vivir”.
Y agregó: “Una alimentación equilibrada también previene o al menos reduce el riesgo de padecer ciertas alteraciones o enfermedades a corto y largo plazo”.
Por otra parte, la profesional y docente planteó que “la salud humana se encuentra en una etapa de transición con subrayadas desigualdades tanto desde el punto de vista nutricional (con dietas cambiantes y descenso de la actividad física) como demográfico (por el envejecimiento de la población) y epidemiológico (por las enfermedades no contagiosas que están sobrepasando a las contagiosas”.
Estas característica de las sociedades posmodernas -marcó- estimuló, en las últimas décadas, líneas de investigación que se centran no sólo en el consumo de energía y nutrientes (proteínas, grasas e hidratos de carbono, vitaminas, minerales y agua) sino también en otros componentes no nutritivos de los alimentos que (se ha comprobado en la experimentación y en estudios científicos de laboratorio) se comportan como elementos protectores frente a éstas y otras enfermedades, tales como la fibra y los antioxidantes naturales, presentes fundamentalmente en los vegetales.
Alimentos funcionales
Asimismo -continuó-, los avances en el conocimiento científico, la técnica analítica y la tecnología alimentaria aplicada a los alimentos pusieron en evidencia una gran cantidad de sustancias bioactivas, algunas de ellas, con actividad biológica comparable a la de muchos medicamentos de última generación. Estos descubrimientos han dotado a los alimentos de la propiedad de funcionalidad, creando una nueva clase de alimentos, los denominados alimentos funcionales.
Al respecto, explicó que “los alimentos funcionales aquellos que resaltan sus propiedades terapéuticas, ya sea en orden preventivo o curativo, bajo condiciones específicas de consumo o bien alterando tecnológicamente su composición original, para resaltar o incorporar compuestos bioactivos o fitoquímicos, permitiendo su uso cotidiano, como parte del tratamiento integral del paciente o de la dieta del individuo sano”.
Consejos preventivos
Por este motivo, la Lic. Candioti dejó algunos consejos para realizar una dieta orientada a prevenir el cáncer y otras enfermedades crónicas. “Lo fundamental es seguir las pautas de una dieta equilibrada con consumo abundante de frutas y verduras; reduciendo la carne roja y las grasas de origen animal; evitando la sal y los alimentos curados o ahumados, y bebiendo poco alcohol. Esto ayuda a prevenir todos los tipos de cáncer en más del 30%, así como también las demás enfermedades crónicas no transmisibles”.
Pero también precisó que “debemos evitar el sobrepeso y la obesidad, ya que entre los tumores relacionados con la obesidad se encuentra el cáncer de cuello de útero, el de mama en mujeres postmenopáusicas y el de riñón”.
Por este motivo, sugirió “mantener una actividad física moderada, ya que existe la evidencia clara de que efectuarla de forma continuada puede contribuir a prevenir el cáncer de colon, además de ayudar a evitar el sobrepeso y la obesidad”. Y agregó: “La actividad física que se recomienda consiste en caminar a paso ligero (6 km/h) una hora por día, tres veces por semana o más”.
Al menos cinco raciones de frutas y verduras de todos los colores deben ser consumidas por día.
Foto: Archivo El Litoral
Alimentación no es lo mismo que nutrición
El Colegio de Nutricionistas de la provincia -presidido por la Lic. Stella Maris Morend- marcó las diferencias entre el significado de la alimentación y el de la nutrición, en el marco de la celebración del día de estos profesionales.
Según explicó, “la alimentación es un proceso voluntario, consciente, opcional y, por lo tanto, educable. Está condicionado por multitud de factores, tales como sociales, culturales, económicos relacionados con el medio ambiente o el estilo de vida, hábitos y costumbres familiares o locales, medios masivos de comunicación, entre otros”.
En tanto, precisó que “la nutrición es un proceso fisiológico por el cual el organismo extrae de los alimentos ingeridos los nutrientes que contienen. Es -por lo tanto- un acto involuntario e inconsciente, condicionado en gran parte por la alimentación”, al tiempo que aclaró que “la conducta alimentaria es el resultado de fenómenos complejos, que involucran a ambos procesos (alimentación-nutrición), en la que intervienen experiencias previas, recuerdos, sentimientos, emociones y necesidades”.
Asimismo, planteó que la conducta alimentaria comienza a moldearse desde el inicio de la vida y se va forjando a partir de múltiples experiencias del niño en relación a la comida y a su interacción con el medio que lo rodea, motivo por el cual los primeros años de vida son cruciales en su desarrollo.
Por otra parte, mencionó que la conducta alimentaria está íntimamente ligada a los hábitos alimentarios, considerados como una disposición adquirida por actos repetidos que terminan constituyendo una manera de ser y de vivir del individuo.
Los hábitos alimentarios se definen como la relación de intercambio con que el individuo consigue los elementos que necesita su organismo para sostener la estructura biológica y mantener las necesidades energéticas.
Surgen -concluyó- como consecuencia de relaciones sinérgicas entre ambientes biológicos, ecológicos y socioculturales. Son los encargados de determinar “qué, cuándo, dónde y por qué comer”, ya que están ligados a significaciones emocionales, sociales y místicas que posee el individuo de los alimentos.
Consejos prácticos
Los diez consejos de la Guía Alimentaria Argentina para tener una alimentación saludable son los siguientes:
1- Comer con moderación e incluir alimentos variados en cada comida.
2- Consumir todos los días leche, yogures o quesos, en todas las edades.
3- Comer frutas y verduras de todo tipo y color.
4- Consumir una amplia variedad de carnes rojas y blancas, retirando la grasa visible.
5- Preparar las comidas con aceite crudo y evitar la grasa para cocinar.
6- Disminuir el consumo de sal y azúcar.
7- Consumir variedad de panes, cereales, pastas, harinas, féculas y legumbres.
8- Disminuir el consumo de bebidas alcohólicas y evitarlo en niños, adolescentes, embarazadas y madres lactantes.
9- Tomar abundante cantidad de agua potable a lo largo del día.
10- Aprovechar el momento de las comidas para el encuentro y diálogo con otros.
Verduras, frutas, féculas y legumbres
Consejos para tener una alimentación equilibrada que nos permiten mantenernos sanos:
Hacer una dieta rica en verduras, frutas variadas, legumbres y féculas.
Comer por lo menos 5 raciones por día de frutas o verduras variadas, ya que aportan fibra y muchas vitaminas (como la C y la E), minerales y otras sustancias bioactivas, además de brindar pocas calorías y alta cantidad de micronutrientes.
Consumir una amplia variedad de colores proporcionados por las frutas y verduras, como los rojos, como el tomate, o los amarillos o anaranjados, como la zanahoria o la naranja.
Comer diariamente legumbres, cereales (grano), tubérculos y otros alimentos de origen vegetal.
Evitar el consumo de alcohol y, en el caso de que se consuma, limitarlo a dos copas o menos por día en los hombres, y a una copa o menos por día en las mujeres.
Limitar consumo de carne roja (ternera, cordero, cerdo): es preferible comer pescado, pollo u otros tipos de carnes.
Limitar el consumo de grasa de origen animal y de los alimentos grasientos en general.
Limitar el consumo de alimentos conservados en sal.
Evitar las comidas que se hayan podido estropear por estar mal conservadas.
No consumir los alimentos chamuscados: comer sólo ocasionalmente carne hecha a la parrilla o muy fritos y alimentos curados o ahumados.
Saber combinar alimentos a la hora de su preparación es fundamental para sacarles el provecho.
Foto: Archivo El Litoral
Comer no es sólo ingerir alimentos
La decisión de qué comer -refirió el Colegio de Nutricionistas de la provincia- tiene un largo y complejo recorrido. La sensación de necesidad de alimento se asienta en lo biológico, pero se configura por aprendizaje, de manera especial en cada humano: y es más fácil cerrar la boca que el oído a los mandatos culturales.
La alimentación humana requiere un circuito complicado, en el cual el procedimiento para conquistar lo comible tiene a veces más importancia que el objeto en sí. La nutrición, base necesaria de la alimentación, no es entonces la base de la elección. La comida, para ser tragable, debe cumplir otros requisitos.
Llegar a comer es un largo camino -planteó-, poblado de significantes que en su mayoría se mantienen luego inconscientes pero activos, ya que “se come del modo que indica el grupo social donde se nace”.
Comer -opinó- une indisolublemente aspectos biológicos y culturales. No depende sólo de la química de las sustancias ni del metabolismo del sujeto: comer es un acto social y este acto social de seleccionar, mezclar, armar preparaciones o platos para algo y para alguien es lo que orienta el comportamiento alimentario.
Siendo un acto social, debemos situar al acto alimentario en un contexto en el que las normas y los sentidos impuestos por una sociedad en un tiempo y espacio determinados serán los que determinen qué elementos comestibles puedan transformarse en platos de comida, y ser socialmente aceptados o no. Esa transformación que hace que ciertos materiales lleguen a convertirse en un plato de comida es la que determina, a la hora de sentarse a la mesa, la decisión de qué se come y qué no en una sociedad determinada.
Comer -concluyó- es mucho más que el simple acto de ingerir alimentos; es la confluencia de múltiples factores, sensaciones y sentidos, que hacen que un elemento adquiera un significado especial que nos lleva a elegirlo o no, como parte de nuestra alimentación cotidiana
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