viernes, 18 de septiembre de 2009

El suicidio

El suicidio



Pero es que igual le ocurre al profesor de Filosofía. Ya se ha tirado tres veces al lago, y las tres veces a vuelto a salir nadando. Perdóneme el doctor, pero creo que ninguno de nuestros huéspedes hasta ahora tiene el propósito serio de morir. Temo que estamos fracasando.


A. Casona, Prohibido suicidarse en primavera

Cada vez que hablamos de suicidio sin dudas me acuerdo de Durkheim, es casi asociación libre de rigor... no tan libre pues? Quién sabe.



Aunque algunos filosófos (como por ejemplo, Séneca), exaltaron la muerte voluntaria como expresión de desapego a los bienes ilusorios de este mundo y sellaron en la práctica lo que vociferaron en teoría... la vida puede incluso parecer un sin sentido ¿es el suicidio la salida? Para algunas culturas, como la japonesa (lo que se llama “seppuku”, porque “hara kiri”, según parece es el término vulgar) el suicidio tiene que ver con el honor. Lo cierto que para la tradición cristiana occidental, el suicidio, en su versión secular tiene que ver con la alienación y, en su variante religiosa, con el pecado, por aquello de querer tomar por cuenta propia una decisión que le corresponde a dios.



Desapego, angustia existencial, honor, alienación, pecado. Yo me quedo con la explicación de Durkheim es que dice que el suicidio se da por falta de integración a la vida social. Porque parece que es más frecuente entre gente solitaria que en la felizmente casada, o en los casados sin hijos que entre quienes los tienen, o entre los ateos que entre religiosos, o en la ciudad más que en el campo... en fin, parece que hay cierta relación estadísticamente probada entre la poca gana de vivir y la soledad, en cualquiera de sus variantes: “cuando el hombre sólo se tiene a sí mismo es cuando menos cuida de sí mismo” (Durkheim)



En síntesis, si tememos a la inmortalidad, nos debatimos o no la certeza de la muerte, es porque tenemos suficiente tiempo como para pensar en estas cosas... eso no debe ser tan malo, a fin de cuentas... pero si además tenemos con quien discutirlas, tampoco estamos tan desintegrados socialmente... ergo, la vida es bella. A veces tienta la muerte poética, es verdad, lo reconozco... pero no creo atreverme, honestamente.

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